Escrito el 01/08/2017 por Juan Manuel Llorca
Llevo 51 años viviendo conmigo y les puedo asegurar, con la sinceridad del que no tiene nada que perder, que no soy fácil.
Soy lunático, bipolar aficionado, ciclotímico, de humor cambiante, maniático, intenso y superficial a partes iguales, expansivo y metido para adentro y otro montón de cosas que no voy a añadir no por pudor, del cual carezco, si no por no aburrir al personal, que ya hay cantidad de gente que se encarga de eso a tiempo completo y con un éxito razonable.
Y la cosa es que convivo conmigo lo mejor que puedo.
A veces me hago el sordo para evitar llevarme la contraria, o evito encontrarme porque no tengo ganas de verme, o no me hablo, o quedo conmigo y no voy y ni siquiera me aviso, o me oculto cosas, o hablo mal de mí a mis espaldas, o me falto al respeto por puro gusto, o hago lo que debo sabiendo que no es lo que quiero para hacerme pasar por responsable y poder odiarme con razón…
Y todo esto, quieras que no, son cosas que molestan y van minando la convivencia, pero el divorcio de mí mismo sería tan costoso que ni siquiera lo contemplo. Hago como todos los matrimonios: me subo en la inercia y me encamino, cabizbajo y presuroso, hacia el infinito y más allá.
Pero a veces me miro en el espejo y me acuerdo de quién soy. Y si me concentro mucho me viene a la memoria quién iba a ser y hasta quién fui.
Lo que no consigo recordar es qué pasó.
Y no por memoria, pero sí por conocimientos, sé que lo que pasó fue la vida.
Y con la vida la experiencia de saberme vivo y levantarme cada mañana muerto de la risa porque, si esto es un Valle de Lágrimas, yo todavía me lo hago buceando del tirón. Y, mientras me seca la brisita matutina, oteo el horizonte y me digo: “Algún día nada de esto será tuyo”, y me importa tres cojones porque ni falta que me hace.
Con toda mi ciclotimia, mi bipolaridad de andar por casa, mis cambios de humor y toda la mierda esa, tengo un presente molón, un futuro que es la pera y un pasado que se parte cuando mira alrededor, ve cómo está el paño, y se grita para sus adentros: “¡Que me quiten lo bailao!”
Y es que, si alguna vez estuve de palmar, si no menos de tres veces me dieron por muerto, si pensaron que estaba tocado y hundido, si creyeron que no levantaría cabeza, es que todavía no saben cuántas gallinas peladas caben en un saco.
Es una de las gilipolleces más gordas que he leído en mi vida. Cómo puede tener tanto ego un tipo tan desagradable físicamente?
¿Sabe usted lo que pasa? Que los que podemos, tenemos ego, y los que, como usted, no pueden, porque son unos primos, aparte de otras cosas muy malas, no sólo no tienen ego, sino que esconden su insignificante persona, su eguito, tras un nick supuestamente ingenioso. Pero eso no les tapa, y se les ve venir a la legua, tanto si van a mentir a una comisión de investigación como si van a aprovecharse de alguien o a cobrar sus miseros emolumentos de sicarios. Nosotros, en cambio, no tenemos miedo, porque no tenemos nada que ocultar, y no nos ocultamos: firmamos lo que escribimos, y nos enorgullecemos de ello, porque somos inteligentes, brillantes, ocurrentes y mucho más guapos que usted, piltrafa, babosa, escoria, moscamuerta, sorbesopas. Tonto, que es usted tonto. Muy tonto.
Tú eres todavía más desagradable físicamente, un acomplejado de manual…debe ser jodido vivir en semejante envase y en cuanto a escribir gilipolleces estás ahí, ahí…
La envidia, la frustración y la cobardía suelen ir juntas. Tú sí que eres desagradable!!!
Me encanta jaja. Tampoco me resisto pero ahí vamos, que le quedará a mi marido
Todas las preguntas y dudas del autor de este blog tienen respuesta cumplida en la famosa máxima «los caminos del Señor no tienen escroto», que tanto ha dado que hablar a lo largo de los siglos. ¿Por qué son las cosas así, desabridas, deletéreas, animadvertidas? Pues vaya usted a saber.
Intentar explicar la compleja razón de ser de una vida se me antoja inabarcable. No lo intento. Pero explicar por qué ha escrito uno una novela negra es mucho más viable. Leerla, mucho más aún. Conociendo a Juanma Llorca, lo seguro es que, incluso detrás de la trama más negra, podrá encontrarse aquello que le hace a uno (y a él, seguro) sobrevivir a la vida: el humor.
¡Usted sí sabe, don Antonio!