Los malos pensamientos · Juan Manuel Llorca

Los dinosaurios han tomado el poder


Escrito el 12/12/2012 por Juan Manuel Llorca

Desde que apareció sobre la faz de la tierra, ya sea por capricho de un ser superior ocioso o por evolución de un mono especialmente espabilado, las prioridades de los seres humanos han ido cambiando sin cesar y, como es lógico, nos hemos ido adaptando a dichas necesidades dotándonos, o tratando de dotarnos, de los atributos que nos permitieran alcanzar nuestras aspiraciones.

“María, alcánzame la lanza que hoy vamos a dinosaurios” es algo que, mal que bien, se repetía con cierta frecuencia en cualquier cueva de Euroasia hace un segundo y medio en la evolución humana, lo que, quieras que no, equivale a un: “Cariño, ¿tú sabes donde he dejado las llaves del coche?” de la España actual.

La preocupación primera de todo hijo de vecino, desde que el mundo es mundo, tiene que ver con el sustento. O sea, eso tan básico de no pasar hambre ni frío.

Desde el primer momento el hombre buscó cobijo, lo que no deja de tener cierta lógica si uno ha oído hablar de las glaciaciones y de lo pesadita que se ponía la climatología cuando le daba por ahí, y algo que llevarse a la boca, ya fuera tiranosaurio rex a la parrilla o deconstrucción esferificada de boniato temprano a la trufa blanca.

Y dicen los que saben que una vez saciadas esas primeras necesidades, y alguna otra en la que todos estamos pensando pero que no será objeto de este post, le dio al ser humano, inquieto por naturaleza, por dibujar mamuts, escenas de cacerías, emitir sonidos de percusión y otras cuantas manifestaciones de lo que más adelante llamaríamos cultura.

Hoy, sin embargo, unos cuantos millones de años después, estamos en plena regresión y nuestras prioridades vuelven a ser las mismas que ocupaban y preocupaban a nuestros ancestros primitivos y nos toca de nuevo invertir el cien por cien de nuestras energías en tener un lugar donde resguardarnos y algo que llevarnos a la boca. Tanto es así, que la cultura, los libros, la pintura, los conciertos y todas esas cosas que no enriquecen, nos permiten crecer, vivir otras vidas, conocer otros mundos, han quedado aparcadas en el cajón de la memoria y empiezan a parecernos, ¡qué tristeza!, un lujo que no está a nuestro alcance y del que no nos queda más remedio que prescindir.

El ser humano ha luchado a lo largo de su historia contra un sinfín de adversidades y, para sorpresa de crítica y público, ha salido aparentemente airoso de todas ellas. Y al que esto escribe le gusta pensar que la capacidad de crear, de fabular, de inventar historias y transmitirlas, de recrear mundos reales o inventados, de plasmar en las distintas manifestaciones artísticas lo que nos ocurre, lo que queremos que nos ocurra, lo que sentimos o lo que dejamos de sentir, es el arma fundamental que nos permite avanzar sin perder nuestra condición de humanos y seguir así pudiéndonos llamar hombres y mujeres sin mentir.

Así que, cuando todo se ha puesto patas arriba, hoy que los dinosaurios han tomado el poder y se esfuerzan en que vayamos hacia atrás, en que regresemos a las cavernas, en que no haya otro camino que el de la subsistencia por la subsistencia misma, alzo mi voz para afirmar, con toda la solemnidad que esta humilde bitácora me permite, que no hay nada más revolucionario que la cultura.

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