Escrito el 09/01/2018 por Juan Manuel Llorca
Siendo, como soy, un optimista no practicante, me vale cualquier cosa para empezar de nuevo con el convencimiento de que, esta vez sí, conseguiré mis propósitos incluyendo aquellos que en cincuenta años no he sido capaz ni de rozar. Es lo que tiene el fracaso, que si no te mata te deja avisado para el siguiente envite y ya se sabe que guerra avisada no mata soldados.
El ser humano es aspiracional por definición y siempre quiere mejorar, salvo en el caso de Donald Trump que se sabe inmejorable, y no deja de hacerse propósitos que, en caso de lograrlos, le permiten a uno acercarse a quien desea ser. Dejar de fumar, apuntarse al gimnasio o mejorar el inglés son lugares comunes que se repiten cada fin de año cual burbujas de Freixenet y que, como ellas, van perdiendo fuerza de forma que para el diez de Enero no son sino una ensoñación de la que sólo nos acordaremos a la hora de pagar la cuota mensual por el año de permanencia que nos obligaron a firmar en el Cardio Body Fitness, al tiempo que nos regalaban una camiseta de tirantes de dudoso gusto y unas agujetas del copón que nos impedirán toser sin torcer el gesto hasta mediados de Enero.
Optimista sí, pero con los pies pegados al suelo, sabedor de que tengo más fracasos a mis espaldas que imputados el Partido Popular, he ido rebajando mis propósitos de año nuevo y ya no aspiro a convertirme en Míster Universo 2018, error que llevo cometiendo los últimos 35 años, ni a ganar el tour de Francia, que tengo yo la salud muy deteriorada como para andar metiéndome sustancias ilegales más allá de un cafetito descafeinado de media mañana. De lo de estrella del rock and roll desistí hace rato, aunque confieso que de cuando en cuando me vengo arriba en la ducha y dejo al pavo de los AC/DC a la altura del betún y dudando si apuntarse al módulo de ebanistería de formación profesional. Superhéroe no pude ser por mi miedo a las alturas y para actor porno dicen las malas lenguas que no doy la talla.
Y así podría seguir, de decepción en decepción, moldeando el fracaso con patas que hoy soy y que cada mañana contemplo en el espejo, no sin un rictus de lástima, sin entender como la gran esperanza de mi madre ha llegado a tan poco en la vida.
¡Pero este año, lo presiento, todo será diferente!
Mi mujer, sin ir más lejos, el otro día me leyó el horóscopo y, por lo visto, Neptuno entra en sagitario el siete de mayo y esa conjunción, unida a mi don de gentes, mi espíritu creativo y mi carácter inconformista, supondrá un cataclismo de índole mundial que, si lo entendí bien, hará que Puigdemont se meta a carmelita descalza, que las gachas sean declaradas patrimonio intangible de la humanidad y que se descubra quién cojones es el M. Rajoy de los papeles de Bárcenas (esto último no es seguro)
Yo, como es lógico, he tomado conciencia de que este año sí que sí y me he matriculado en Ciencias del Mar, me he apuntado a boxeo y estoy en la disyuntiva de si sacarme el carné de moto o hacerme homeópata, que por lo visto hay pleno empleo.
Ustedes ya se habrán dado cuenta, este año, yo, lo peto.
Muy gracioso el articulo. Denota tu estilo , y yo diría que una profundización en el mismo, me refiero, claro está ,a lo de la homeopatía con tanto futuro por delante.
¡Tú puedes! adelante sin desfallecer, que son poco y huyen a las primeras de cambio.
Un abrazo amigo.
Otro enorme para ti, Paco