Los malos pensamientos · Juan Manuel Llorca

El pesimismo es un arma de destrucción masiva


Escrito el 27/11/2012 por Juan Manuel Llorca

La OCDE, que es el acrónimo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, ha decidido cooperar a nuestro desarrollo económico, el de España y su sufrida ciudadanía, anunciando que, según sus previsiones, la inflación en nuestro país se agudizará, el Producto Interior Bruto triplicará la caída prevista por el gobierno y el paro se quedará en seis millones hasta 2014.

¡Pues que bien!

Sobre terremotos, tsunamis, gota fría y otras catástrofes naturales no se manifiesta, y este humilde bloguero, que últimamente lee las noticias escondido debajo de la mesa y siempre tiene una mochila preparada con dos mudas limpias por si las moscas, se lo agradece de corazón.

Y es que el pesimismo es un arma de destrucción masiva.
Hay expresiones que en los últimos años han hecho fortuna y se repiten sin cesar en las barras de los bares, las peluquerías y la cola del pan. Les hablo de frases del tipo: “con la que está cayendo”, “no se ve la luz al final del túnel” y otras tantas que el amable lector, sin lugar a dudas, podría añadir de su propia cosecha.

Y todo esto para decirles que sobre nuestro alicaído estado de ánimo se ha instalado lo que mi adorado Luis García Montero llama “la nube negra”, y que ese pesimismo, esa aceptación de la fatalidad inevitable, forma parte de la naturaleza misma de la crisis que tanto nos ocupa.

Bandadas de pájaros de mal agüero con trajes de lana fría y licenciaturas en universidades de nombres impronunciables profetizan catástrofes macroeconómicas de dimensiones bíblicas, gobernantes circunspectos se justifican: “No nos queda de otra”, y presidentes de organizaciones empresariales y políticos de rancio abolengo se ponen de acuerdo: “La mejor manera de crear empleo es abaratar el despido”

Y uno, en su simpleza, piensa que se podían ir todos al carajo, que no les necesitamos para nada por que para nada nos sirven.

Y es que mucho me temo que no hay otra solución, a tanto mal como nos acecha, que asumir cada uno sus propias responsabilidades y levantarnos cada mañana de la cama dispuestos a hacer lo nuestro, lo que nos toca, de la mejor manera posible y con alegría, o al menos con esperanza y un puntito de pueril optimismo.

Y que se metan sus vaticinios en la cuenta de resultados y que les aproveche, que, para que ustedes lo sepan, a esa gente les aprovecha todo, especialmente las crisis económicas, que para ellos no son si no una operación de recogida de beneficios.

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